De la hoja en blanco a la ilustración: La hermanastra, el zapato y cuidado con tu olfato

¡Muy buenas!

Hoy os traigo un nuevo proceso, en concreto, el de la última ilustración que publiqué, "La hermanastra, el zapato y cuidado con tu olfato"

La cuestión es que se me ocurrió que, siendo las hermanastras de Cenicienta tan despreciables, siempre me faltó que, en la peli, cuando les prueban el zapato, no pasara nada. A ver, son un poco feas, cantan mal, su voces suenan horribles... ¿qué les faltaba? La solución vino sola: que les olieran los pies. Suena un poco sucio pero es así.

Así que, dicho y hecho. Se me ocurrió inmortalizar el momento en el que el pobre siervo del príncipe debe cumplir con su obligación.

Lo primero de todo, un boceto a lápiz lo más simple que os podáis imaginar: cuatro trazos con aire de rayajo que no veáis. Bueno; esto solo sirve para situar a los personajes y, lo más difícil, centrar la postura. Por eso, la hoja de papel está tan descuidada... además de porque, más tarde, dibujé un Conan el Bárbaro al lado que no tiene nada que ver con lo que os estoy contando. Aquí va:

Luego le toca al turno al lápiz. De nuevo, a dibujar con soltura, pero tratando de definir personajes, rostros o detalles, como la silla de la hermanastra o el traje del criado real. Os admito que estas dos últimas cosas son las que más trabajo me dieron. Cosas que pasan. Os prometo que la mancha amarillenta es todo un misterio.

Después, mi amiga la mesa de luz me ayuda a calcar el dibujito en un papel más grueso y apropiado para usar las acuarelas. Por eso queda tan limpito y bien. El resplandor del fondo es propio de la mesa de luz.

Luego toca colorear, como ya os he dicho, con acuarelas. Hay algún que otro efecto realizado con pastel, sobre todo, el fondo y el toque del aroma verdoso. El toque final viene con mi parte favorita: el pasado a tinta. Para ello, tinta india negra y plumilla. El resultado es este:

¿Os ha gustado?

Pues el placer ha sido mío.

¡Felices lecturas!